martes, 4 de junio de 2013

Día 19: Carrera de obstáculos

Peso: 93,6 kg (-1)
Cintura: 111 cm (-1)

Hoy es martes.  Las últimas dos entradas las había escrito en sábado, con los pesos y medidas tomadas en la visita a la dietista, el jueves. Esta vez han pasado cinco días desde que fui a la dietista, así que voy a verla dentro de dos. Sin embargo, no he podido, o no he querido, venir a escribir cómo me sentía. Y debería haberlo hecho.
Me he sentido mal. Sólo bajé un quilo en esa segunda semana y se me empezó a hacer todo cuesta arriba. Había estado haciendo ejercicio, incluso corriendo a ratos (algo nuevo en mí), pero ver que me esforzaba y no servía de mucho me hace sentir mal. Sí, lo sé, cada gramo cuenta. Sí, lo sé, un quilo a la semana está muy bien. Sí, pero es que quiero sentirme mejor ya.
También he de decir que la semana pasada tuve algunas actividades "extraescolares". El viernes por la tarde merendé más de lo que debería pero es que por la noche tenía una cena y tenía permiso para saltármela (siempre y cuando no me excediera demasiado).
Y tras un fin de semana estudiando, tras una semana con exámenes y otras responsabilidades, el domingo acabé saltándome la dieta a la torera.
Me he sentido mal, desde entonces, cierto. No física, sino moralmente. He sentido que me he defraudado a mí mismo, he sentido que me he estafado. Sé que aquí llega el círculo vicioso, pero no. Por suerte, he tenido valor y me he repuesto. Lo he remediado y he intentado corregir el desaguisado (con la expectativa de por lo menos estar a menos quinientos gramos el jueves). Finalmente hoy peso 1 kg menos que la última entrada. A ver qué pasa en la dietista.

No he podido ir a caminar estos días --tengo exámenes y poco tiempo. Pero al menos hoy tengo la buena noticia que a partir de mañana empiezo a trabajar, por lo que al menos tendré más actividad, me levantaré pronto y, tras los exámenes, podré aprovechar las tardes en intentar convertir este cuerpo mío lleno de grasa, en un lugar agradable en el que vivir.

Sé que me queda mucho por recorrer aún. Sé que no es fácil. Sé que hay baches en el camino. Soy consciente de cómo sobrellevar todos estos problemas o como evitar esos baches, pero cuando el Lado Oscuro se apodera de mí, no atiendo a razones.

Esta entrada es corta pero me voy con los ánimos levantados y las pilas algo cargadas.

sábado, 25 de mayo de 2013

Día 9: Destino Río

Peso: 94,6 kg (-3,4)
Cintura: 112 cm (-2)

Hoy es el noveno día. La primera semana ya ha pasado. Fui a la dietista de nuevo y me preguntó cómo había ido. "Bien", le dije, "aunque ayer me comí 4 onzas de chocolate" (al día me puedo comer 2 onzas de chocolate sin azúcar). "Bueno, de todo lo que podías haber hecho, aún...". Sí, es cierto. Luego nos estuvimos debatiendo de si la semana anterior me había pesado por la mañana y esta después de comer. Yo andaba algo desanimado, no sé porqué. Lo miro ahora y veo que he bajado 3.4 kg en 7 días (contado de viernes a viernes), no está nada mal.
Le conté que había hecho deporte. "Bueno, deporte... He ido a caminar.", especifiqué.
No he hecho deporte desde el instituto. De hecho, el chándal que estoy usando estos días es del instituto, lo increíble es que me quepa. ¿Estaba tan gordo entonces? No me acuerdo.
Durante algunas semanas en 2006 fui en bici con mi hermana por los caminos alrededor de mi pueblo pero la experiencia acabó en tragedia: me atacaron unas abejas y pasaron varios años en volver a ir en bici. Cuando era pequeño me quedé atrapado en un ascensor; hasta que no trabajé en un hotel no volví a montarme en uno. Pues lo mismo con la bici: hasta que no fue un medio de locomoción corriente en mi último trabajo, no volví a montarme en una bici más que una vez, para hacerle un favor a una amiga (y en el lado izquierdo de la calle).
Pero me doy cuenta de que mi terror al ejercicio va mucho más allá. Dicen los que sí que corren o hacen deporte que es el momento que dedican para pensar, y que limpian muchos trapos sucios. Estos días he estado recordando escenas del colegio y del instituto. Los niños eran malos, eso es de esperar, pero también lo fueron los profesores. Alguno menos que otros (recuerdo uno joven que debía sentir compasión), pero por lo general ninguno se preocupó en por qué no podía con mi alma a los 16.
Estoy haciendo deporte, digo, y me siento como un atleta olímpico. Llevo una semana yendo cada día a caminar. Eso para mí es muchísimo. Camino rápido entre media hora y una hora y en casa hago un poco de bicicleta elíptica (lo máximo que he conseguido han sido diez minutos). Me sorprendo yo mismo.
Hoy he intentado correr un poco y no puedo o, quizás, no puedo aún. Espero que sea así. Me he cruzado con un chico que estaba corriendo con normalidad y he sentido envidia. De momento sigue sin gustarme pero al menos lo estoy haciendo ¡y cada día! Me está costando mucho sacar la fuerza de voluntad pero, de momento, lo estoy consiguiendo.
Me duelen las piernas. Me duele la tibia (o el peroné, yo qué sé). No sé si puede ser algo importante o sólo la falta de ejercicio. No sé si es que no caliento lo suficiente o no
estiro o qué, pero recuerdo perfectamente que esto era así ya en el instituto. No me duele el músculo, aunque sí es cierto que se me pone tenso, pero supongo que eso es normal; me da la sensación como si me doliera el hueso.
Siempre ha sido así, cuando tengo que correr porque pierdo un bus o llego tarde a algún sitio, siempre me duele. Creía que era por falta de costumbre, le prestaré atención, en todo caso.
Me gustaría que me gustase el deporte. No me gusta verlo ni hacerlo. Sin verlo puedo pasar, pero querría hacer algo, por aquello de la disciplina y el team work. Qué deporte elegir también es el problema. No coordino por lo que fútbol o baloncesto no puede ser. Quizás tenis fuese una buena elección. Algún día, quizás, maybe.
Ay, qué ganas tengo de que me guste esto de ir a caminar/correr. De que en realidad me sirva para cargar las pilas y no para descargarlas del todo. Los que conozco que corren a menudo lo hacen por la mañana antes de ir a trabajar: "Me da la energía que necesito para todo el día", me dicen. Pero yo voy a la hora que puedo y cuando vuelvo sólo tengo ganas de tirarme en el sofá y sin energía ni para cambiar de canal.
Me he duchado, he ido a hacer la compra y he merendado ya cuando escribo esto y, aunque si tuviera más cosa que hacer las haría sin ningún problema, ni siquiera el libro que tengo a medias creo que voy a abrir. Y duermo. Duermo mucho desde que ha empezado este frenesí.
No sé porqué estoy desanimado si debería estar muy contento. He perdido peso, he hecho más ejercicio en una semana que en los últimos tres años. ¿Será la falta de azúcares?
Un quiropráctico (creo) una vez me dijo que el cuerpo tarda 21 días en acostumbraras a algo. Esto venía porque nos estaba dando una charla de cómo nos debemos sentar (piernas sin cruzar o como mucho cruzadas hacia atrás, por debajo de la silla). Nos dijo que si nos forzamos a hacer algo durante 21 días seguidos, nuestro cuerpo se acostumbra y pasa a formar parte de él. Hace siete días que empecé a caminar, supuestamente ¿en catorce más me gustará? Aunque ayer no fui, ¿quiere decir esto que tengo que empezar desde hoy? ¡Qué rollo más grande! Quizás busque un hipnoterapeuta.

sábado, 18 de mayo de 2013

Día 2: Instintos básicos

El primer día ya ha pasado y no ha sido tan difícil. Estuve todo el día ocupado, quizás por eso no me di cuenta del cambio. Intenté mantener mi mente en otras cosas, incluso empecé un nuevo proyecto que, sinceramente, me queda demasiado grande.
Al mediodía nunca tengo problemas: puedo comerme una ensalada de lechuga y tomate y quedarme tan bien. Es a la noche, cuando estoy cansado y el mero hecho de tener que pensar en hacerme la cena me sobrepasa, que me tiemblan las piernas y me dejo llevar. Y si he recibido una mala noticia o no he recibido una buena, el agujero en el que me meto es aún mayor.

Son las ocho menos cuarto de la noche, por ejemplo, he tenido un día normal y, de repente, se me cruza un cable, una imagen pasa por mi mente, me pongo los pantalones si ya estoy en pijama y salgo corriendo al supermercado. Pizza, patatas, fuet, cerveza y un poco de queso (así los sueños serán más interesantes). Soy consciente durante todo el camino, cuando llego al súper y hasta cuando cuando estoy en la línea de caja a punto de pagar una cesta que pesa un montón y que sólo me va a durar esa noche.
Me lo miro, pienso que esos no-alimentos van a estar en mi estómago, sé que cuando acabe de comérmelos voy a sentirme mal, voy a pensar que no lo debería haber hecho. Pero aún así, dejo los productos en la cinta, saco la tarjeta y pum: lo que me podría haber gastado en la comida de una semana se va en una noche.

Una vez asistí a una conferencia titulada (en inglés): "Lo que pasa en el cerebro cuando estamos enamorados". El profesor nos enseñó, entre otras cosas, que cuando te enamoras hay ciertas partes del cerebro que dejan de funcionar, como por ejemplo ciertos campos que controlan el juicio. Por eso, cuando decimos que "hemos perdido el juicio por amor" es acertado. Me gustaría contactar a ese profesor y proponerle que estudie: "¿Qué pasa en el cerebro cuando tenemos glotonería?". Y es que estoy casi seguro que los resultados serán perecidos. Tras un día tirado en el sofá sin hacer nada, la única actividad que hago es para hacer algo que soy consciente que me va a dañar. Tiene que haber una explicación física, no todo se lo podemos delegar a la sicología.

Ayer, cuando esperaba que se hiciera la hora de la cena, Homer Simpson no paraba de comer hamburguesas y otras delicias. "Ahrrgg chocolaaate". Aparté la mirada de inmediato. En la tele siempre están mostrando gente comiendo, a todas horas, incluso la gente delgada se come un pastel entero y no les pasa nada. (Otro tema es que en los anuncios de productos para perder peso nunca nadie lo necesita.)  Claro, supongo que todos esos luego están horas en el gimnasio para quemar todo eso. ¿No sería más fácil promover una dieta equilibrada con el ejemplo? Al igual que ya no fuma la gente en la televisión (o sólo lo hacen los cacos), los personajes deberían, sin ser vanidosos, intentar inculcar a los que los vemos una vida saludable.
Pero claro, supongo que los que los vemos no somos el target de esa 'vida saludable'. Los que los vemos estamos en el sofá, tirados. Los que ya tienen una vida saludable se van a correr por las mañanas. ¿Qué viene antes, la voluntad o la acción?

Siempre he dicho que no tengo fuerza de voluntad. Mis múltiples fracasos lo cercioran. Pero en el tema del deporte, estoy seguro que la culpa no es mía. En el colegio y en el instituto sufrí lo que ahora se llama bullying pero que toda la vida se había llamado acoso escolar. Y en clase de Educación Física o Gimnasia, era peor. Incluso los profesores me maltrataban (y no, lo de que lo hacían para endurecerme no cuela ni sirve, y mucho menos es válido o aceptable). Así que cuando llegué a segundo de bachillerato estaba más contento por dejar atrás la gimnasia que las mates.

Can, Will, Shall!, dicen los ingleses. Puedo, quiero, debo. Podría hacer ejercicio. Querría que me gustase hacer ejercicio. Debería, y eso son palabras mayores, hacer ejercicio. Quizás todo iría mejor. Will see.

jueves, 16 de mayo de 2013

Día 0: Ya no puedo más

Hoy he ido a la dietista. No es la primera vez que voy pero espero que sea la última. Ya no puedo más.

Peso: 98 kg
Cintura: 114 cm

Hace tres años fui a la dietista porque pesaba 86 kg y al cabo de los meses conseguí bajar a 68 kg. Seguramente me preguntéis: "¿Cuanto mides?", a lo que yo os diré que mido 178 cm. Lo más probable es que entonces me digáis: "¡Pero eso es muy poco peso para esa altura!". Es posible, pero mi respuesta es clara: no tengo músculo. Sí, claro, todo el mundo tiene músculo, pero yo no he desarrollado los míos. Nunca hice ejercicio en la adolescencia, nunca he practicado ningún deporte, por lo que cuando otros chicos de mi altura necesitan pesar unos 78-80 kg, yo con 75 sigo teniendo barriga.
¡Ah, la barriga! Por suerte, o por desgracia, todo mi peso extra lo acumulo alrededor de mi cintura. Sí, está bien, porque no tengo unas piernas enormes, un culo de los que necesitas comprar dos billetes de avión, o una cara de pan con su correspondiente papada. Pero por otro lado agacharme ya empieza a ser duro.

También es probable que me preguntéis qué dieta seguí para conseguir aquel hito: casi 20 quilos en unos cuatro meses. Pues no es nada en especial, pero aquí no vengo a hablar de qué dietas son buenas y qué dietas son malas. Sobre aquellas que se hacen famosas, en las que un día te hartas de comer y al día siguiente sólo puedes comer un ingrediente, y con las que acabas teniendo unos problemas estomacales graves o los pechos agrietados y hasta las rodillas, ya hay bastantes páginas (a favor y en contra). Sólo hace falta decir que con esta dieta como (casi) de todo. Y pongo el paréntesis en 'casi' porque, a pesar de que hay alimentos 'prohibidos' (patata, pan, harina, plátano, uva, y algunos más), no tienes la sensación de que te estés perdiendo algo. Puedes seguir una vida normal e incluso salir a cenar por ahí. Es una dieta equilibrada, en resumen, con algunos complementos naturales en forma de drenante y de pastillas, en mi caso, saciantes.
Yo he sido vegetariano durante varios años y antes de empezar la dieta lo era prácticamente: sólo comía carne o pescado cuando salía. Sin embargo me gusta mucho la pasta y la pizza, sobre todo de noche; y como a toneladas. Con la dieta como más carne que antes, además, he de hacer cinco comidas al día.

Lo más seguro es que me preguntéis si voy a hacer la misma dieta que la otra vez, viendo que he subido tantos quilos. La respuesta es sí. Sé que no he recuperado el peso ya que la dieta no ha funcionado; la dieta funcionó, pero yo he cogido otro peso: quilos de paro, estudios, vida familiar y vida social. También hay algún quilito que me lo ha dado la pareja, pero son pocos y me ha quitado más.

No me gusta hacer deporte y de momento no voy a hacer. ¿Por qué? Porque peso tanto que no podría ni empezar. Caminar a veces ya es un problema; las subidas y las escaleras también me cuestan. Y estar con mi sobrino un rato me hace acabar con el corazón saliendome por la boca.

Seguramente, si habéis llegado hasta aquí me preguntéis: "¿Y por qué nos cuentas todo esto?". Necesito soltar muchas cosas. Hoy casi le lloro a la dietista y la pobre no tiene la culpa. Si os sobra algún que otro quilo sabéis lo duro que puede llegar a ser. Sabéis lo mal que se pasa cuando no consigues hacer lo que antes tan fácilmente hacías. Sabéis lo terrible que es sentirse gordo o, peor aún, que te lo llamen. También es posible que sepáis lo que es llorar de impotencia o rabia. Comparto con vosotros este viaje, podéis compartir el vuestro conmigo.

No prometo una entrada diaria pero por lo menos una semanal, tras la visita. Es posible que otros días venga por aquí a desahogarme. Pero lo que pretendo es decir las cosas como son: estoy gordo y ya va siendo hora de dejar de estarlo.